Princclon Univer- sity Press. Este ensayo va seguido de comentarios de A. Gutman comp. Rockfcller, M. Frente al supuesto moderno de la dignidad como dere- cho, Taylor quiere l'1!
Estado; El individualismo se quiere contrapesar con el reconoci- miento de los horizontes de valor y de sentido que encarnan determinadas tradiciones que son formas de reconocimien- to comunitario que dan vida o substancia a nuestra identi- dad.
La fuerza de las religiones -yen concreto del cristianismo- a la hora de articular esos horizontes de valor y de sentido le parecen cruciales. O, al me- nos, no es injusto pensar que algo del malhumor con el que Taylor ha contestado a esas dudas parece reforzarlas.
Ambiguities,of the Modern Self". Las inquietudes a las que voy a referirme son bien cono- cidas. Pero creo que ese gran conocimiento esconde per- plejidad; no comprendemos realmente esos cambios que nos inquietan, el curso habitual del debate sobre los mismos en realidad los desfigura y nos hace por tanto malinterpretar lo que podemos hacer respecto a ellos. Muy pocos desean renunciar a este logro.
La gente se encontraba a menudo confinada en un lugar, un papel y un puesto determinados que eran estrictamente los suyos y de los que era casi impensable apartarse. Quiero antes bien examinar lo que algunos estiman que han sido sus consecuenCias para la vida humana y el senti- do de la misma. Con ello queda definido el primer tema que deseo tratar. Pue- den volver a concebirse con todas sus consecuencias, tenien- do la felicidad y el bienestar de los individuos como meta.
En cierto modo, cste cambio ha sido liberador. Addison- Wesley, Nuestro grado de libertad no es igual a cero. El cam- 8. Ya he mencionado una de ellas. La segunda concier- t. La modernidad tiene sus detractores y defensores. Pero en el curso de este debate, la naturaleza esencial de estos cambios, que son, ora censurados, ora elogiados, es con frecuencia malentendida.
Y como resultado, la natura- leza real de las opciones morales que deben tomarse queda oscurecida. Todo el mundo tiene sus propios «valores», y es imposible argumentar sobre los mismos. El relativismo se fundaba en parte en el principio de respeto mutuo. Como consecuencia, la vida se angosta y se achata. Y parece obvio que ha adoptado formas trivializadas y autoindulgentes.
Hablar de «permisividad» ye- rra el blanco. Lo que necesitamos explicar es lo que de peculiar tiene en nuestro tiempo. Pero quedaremos de- J fraudados en esto. Esto viene a significar, tal como se ha apuntado con frecuencia, que hay algo contradictorio y con- traproducente en su postura, puesto que el relativismo mis- mo se ve impulsado al menos parcialmente por un ideal moral.
El ideal desciende al nivel del axioma, algo que no se pone en tela de juicio pero que tampoco se explica. Se trata del liberalismo de la neutralidad. Liberalism, Commmunity and Culture Oxford. The Clarendon Press, Harvard University Press, El debate en su conjun- to pugna por dejarlo en la sombra, por hacerlo invisible. Esto tiene consecuencias perjudiciales.
Pero antes de continuar hablando' de ellas, quiero mencionar otros dos factores que contribuyen a intensificar este silencio. Which Rationality? En uno de ellos se trata de una idea moral, una faceta que ya he comentado. Mucha; me parece. El relativismo blando es pertinente en este caso. Bloom, Tlze Closing of tite American Mind. Y esto puede suponer una diferencia en esas vidas. En esto tien- do a estar de acuerdo con los detractores.
Espero poder hacer plausible algo de esto en lo que sigue. En cierto sentido, la moralidad posee una voz interior. El desarrollo de esta doctrina, aparecida primero en la obra de Francis HUlcheson. Se convierte en algo que hemos de alcanzar c!
IY la luent. Es la.. Evidentemente, los dos ideales son distintos. Esta idea ha penetraJo profundamente en la conciencia moderna. Es lo que da sentido a la idea de «hacer lo propio de cada uno» o «encontrar la forma de realizarse». Yeso significa que tratan de configurar sus vidas a la luz 1. En el se- l. Bajtin y quienes se han inspirado en su ob. Consideremos lo que entendemos por «identidad».
Como tal constituye el trasfondo en el que nuestros gustos y deseos, y opiniones y aspiraciones, cobran sentido. En el caso del cremita, -- el interlocutor es Dios. Ddinirmc significa encontrar lo que resulta significativo en mi difen:n Ello otorgal! Llamaremos a esto horizonte. Los horizontes constituyen algo dado. Mili, Tlzree Ess! Ocurre, por el contrario, porque huyen de sus estipulaciones.
Ao, definir mi id. No hemos mostrado que haya de tomarse en serio a alguien en particular. Te vas alejando. Te alejas de las demandas de las instituciones y de los planes de otras personas. Te alejas de tus moaelos-y V te intcrnas en cl yo. Existe para todos 1. Aunque las per- sonas amadas entren y salgan de nuestras vidas, la capaci- dad de amar permanece». En cursiva en el original. Esto inclina 3:CLuienes J. Para que algu- nos gocen de honores es esencial en este sentido que no to- dos puedan gozar de ellos.
El ho- 3. Bellah y otros. La democracia ha introducido una 5. A :medida que aparece, como sucede por ejemplo con Herder, me convoca a descubrir mifor ll1a de ser original.
Mi propia identidad c! Lo que ha advenido en ,-" 'la era moderna es la Ilecesidad de reconocimiento sino. Qu'y montrera-t-on? Rien, si I'on veut Nada, si se quiere Lettre a D'Alembert sur les Spcctacles», ibid.
De hecho, ha elevado considerablemente suSJ intereses. Podemos «dejarlo pendiente», mien- tras tratemos a todo el mundo de la misma manera. Es este reco-!. Debel::xistir cier! Las rela- ciones que definen mi identidad no pueden considerarse, en principio y de antemano, como prescindibles y destinadas a ser sustituidas. Por el contrario, a la luz de este ideal, e-stas parecen ser formas pervertidas y trivializadas.
Esto se contrapone a otras dos formas comunes de con- side-rar esta cultura. I caso A quienes lo viven, compartiendo como comparten nues-.
I vI Pero los conflictos morales de este tenor probablemente han existido siempre. Las ideas individualistas se de- sarrollaron en el pensamiento y la sensibilidad, en particu- lar de los europeos cultos, durante el siglo XVII. Esto no puede hacer sino fortalecer el atomismo, porque nos induce a considerar nuestras comunidades, como tantas otras cosas, con una perspectiva instrumental.
Entrevista con Michel Foucault, en H. Dreyfus y P. Pen- , J samas que aquellas personar que han alcanzado la originalidad en sus vidas son «creativas». Por supuesto, para Schiller las dos son todavia compatibles y se entrelazan. Todo esto contribuye a los estrechos lazos entre autenti- cidad y arte. Y ha sido se,? Ejemplos influyentes en nuestro siglo han sido, revis- tiendo diferentes formas: Marinetti y los futuristas, Antonin Artaud y su Teatro de la Crueldad y Georges Bataille.
Ha de permitirse que estas exigencias puedan '". Y captan las formas extremas de A. Pero desean hacerse con ello a la vez que ignoran algunos de sus componentes esenciales.
Esto tiene. Manuel de Santa Cruz. Gonzague de Reynold. Thomas Molnar. Eduardo Ignacio Llorente. Francisco de Gomis Casas. Juan Vallet de Goytisolo. Antonio Segura Ferns.
Miguel Ayuso. PDF Enviar. Gill, de Montreal-de Reconoce el bien y la felicidad. Lo superior y lo inferior han dejado de existir.
Estas son ahora los pensamientos de Dios y, por tanto, pueden seguir siendo eternas incluso en este nuevo contexto
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